Volvemos a las historietas
- Sandra J.M
- 11 may 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 23 oct 2023
Estoy volviendo a esa época de mi vida en la que me encantaba escribir relatos, normalmente más moñas que yo misma, en lugar de plasmar pronto y malamente mis pensamientos sobre un papel real o digital. A veces me pongo música triste para estar aún más triste y otras me pongo música alternativa para tratar de sacar la máxima inspiración de dentro de mi erosionada mollera. Ahí va.
"Cupido se ríe de mí" pensaba Olivia cada vez que se subía a ese ruidoso tren que traqueteaba por las vías hasta llegar a su destino, las clases aburridas de la universidad.
Por fin había sacado el valor para decirle al chico del que llevaba colgada desde principios de curso lo que sentía.
Roberto era demasiado tranquilo para todo, incluso para darle una respuesta adecuada, para bien o para mal, a Olivia la incertidumbre le hacía tener el pelo grasiento de tanto meter los dedos nerviosos por dentro de los muelles que tenía en la cabeza. El chico era un par de años mayor que ella, la universidad se le había atravesado como a ella se le había atravesado en todo el corazón sus ojos azules. El cabello negro del chico, que se rizaba en la nuca con el sudor, era motivo suficiente para que Olivia dejase de prestar atención al profesor, algo que podría acarrearle las mismas consecuencias que al motivo de su distracción, repetir curso.
Pero poco importaba eso ya. Roberto habia entablado conversación con ella desde el día uno de clase. Al principio eran charlas cordiales, sin ninguna pretensión. Buenos días y hasta mañana. Préstame un bolígrafo, déjame mirar los apuntes o hagamos este trabajo juntos. De asuntos de clase se pasaron a asuntos personales y poco a poco la voz ronca de las mañanas del chico, quien era un dormilón, fue calando en los oídos y mente de Olivia, que no conciliaba a veces el sueño solamente pensando en él.
Cuando las pocas amigas que la chica había creado en sus días de universitaria se cansaron de sus suspiros y lamentos, entre copas y risas, el ambiente navideño de la fiesta de fin de año de la clase fue el empujón - y los grados de alcohol- que Olivia necesitó para dejar a un lado la vergüenza y enfrentarse a los ojos azules que deseaba tener pendiente de ella en el nuevo año.
Se tropezó con él al salir del baño del local de fiestas, casi sin quererlo, chocaron el uno con el otro, y reservando las ganas de vomitar por el último cubata y el nerviosismo, la chica le empujó contra la pared pintada de negro y sin pensarlo dos veces le soltó un "me gustas" gritón al oído para volverse sobre si misma tirando de la falda del vestido que se le subía al caminar y salió disparada hacia la salida de la fiesta para que el aire frío de diciembre la espabilase de una vez.
Cuando a la mañana siguiente despertó, el aluvión de mensajes de sus amigas en el móvil la hizo volver a ese momento. Con olor a ginebra y vodka en sus bocas y el hedor de la orina fuera de su sitio de fondo para decorar tan "bonito momento", Olivia le soltó a su amado lo que sentía. No esperó respuesta y se marchó de allí con el corazón y el vómito a punto de salirse de su cuerpo.
No volverían a verse hasta la vuelta de clases tras las vacaciones de Navidad. Y ese día era hoy. Conforme el tren se acercaba a la parada, Olivia se engrasaba los rizos con las manos sudorosas pese al tremendo frío que hacía dentro y fuera del vagón. Al llegar a la calle de su facultad, la boca se le iba secando como el cemento tras echarse en el suelo de una obra. En su móvil sonaban los tintineos de los mensajes de sus amigas. Solo escuchaba a su corazón golpearle la piel del pecho y agradeció a Dios o al que fuera que Roberto no tuviera su número de teléfono para poder pasar las fiestas navideñas en paz.
Su fragancia a limón, sus ojos azules mirando el móvil y su cabello oscuro oculto bajo un bonito gorro de lana puso en alerta a Olivia, que se quedó inmóvil mirándole hasta que el chico levanto la vista y la escrutó con cuidado. Con pasos firmes y horriblemente silenciosos se acercó a la chica con un sofocante "tenemos que hablar" en los labios.
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