Todo llega de repente
- Sandra J.M
- 21 ago 2022
- 2 Min. de lectura
A Judith siempre le costaba respirar cuando le daban los ataques de ansiedad.
Últimamente eran más habituales y eso le hacía entrar en un bucle de angustia del que le era muy difícil escapar.
El miedo irracional la invadía y era como una presión constante en el pecho. Nada la hace reír, ni siquiera sus primos tirándole de los rizos caoba que se le formaban en las sienes. Ni siquiera la risa de los bebés cuando pasea por la calle, esos críos que tanto le gustan...Ni siquiera ellos le sacan una sonrisa a ella.
La boca seca, las mejillas húmedas, la lengua sabía a sal cuando las lágrimas recorrían la comisura de sus labios enrojecidos por el llanto.
Todo llega de repente. La vida es estar muy arriba en la montaña rusa, tranquilo, sin prisas por que llegue la adrenalina de la caída libre. Y de pronto, cuando más calmado estás, más fuerte es el viento que te da en la cara cuando desciendes. A una gran velocidad, de esas que te secan los ojos de la intensidad que tiene el aire.
Y te encuentras abajo, muy abajo, cuando abres los ojos. Judith estaba tocando fondo y lo sabía, porque conocía la sensación de no estar entre las nubes del cielo, sino entre brasas del mismo infierno, de esas que te queman incluso a 100 metros de distancia.
Sudores fríos, insomnio o pesadillas si conseguías dormir. Vueltas en la cama, la comida te sabe a poco o a nada. No te apetece ni salir a dar un paseo, el sol te molesta, el cantar alegre de los pájaros te pone de mal humor. Ya no piensas ni en futuros posibles, tampoco te centras en los pasados alegres, o esos amargos que te hicieron mejor persona vivirlos. Ahora Judith se centra en llorar, llorar muchísimo. Se esconde en su propia tristeza.. Solo quiere sentir el dolor, llevarlo consigo a todas partes, porque todo llega de repente y el hedor a mi "vaya asco de vida" siempre está presente cuando estás en lo más profundo del hoyo.
Ni siquiera quiere hablar con sus mejores amigos, ¿para qué? Judith solo quiere llorar, desahogarse sin un límite a la vista. Todo llega de repente y hay que vivir con ello.
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