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Recopilatorio de cosas bonitas

  • Foto del escritor: Sandra J.M
    Sandra J.M
  • 12 ene 2023
  • 2 Min. de lectura

Enredos, los mismos que los de tu pelo cuando se rizan en la coronilla. Los mismos que se me enroscan a mí en la nuca cuando sudo abrazada a ti.

Enredos, igual que nuestros dedos entrelazados cuando nos tomamos de la mano. Igual que los mismos dedos que recorren la piel del otro en busca de calor y caricias deliciosas.

Enredos, como nuestros cuerpos cuando la pasión se deja llevar y solo somos piel contra piel. Es el más hermoso de los enredos. Enredos, como nuestros labios cuando se encontraron por primera vez y no la última.

Enredos, como nosotros cuando nos abrazamos. Es que son demasiado deseables esos abrazos, no puedo vivir sin ellos. Enredos, como nuestros corazones cuando la sinceridad se impuso a la lógica y a la razón y la tierra tembló ante nuestra impulsividad de palabras sensibleras. Dos románticos se unieron y nuestro pequeño mundo cambió.

Ahora estamos enredados, quizás por ese lazo rojo del destino del que tanto habla la gente, quizás por algún lazo de otro color, ¿qué más da? Estoy segura que ninguno de los dos quiere deshacer el nudo.

¿No?


Es como un hormigueo. Como una droga que recorre las arterias, bañándose en mi sangre.

Un pegamento de esos que no consigues despegar ni con sudor, pero que aún así no te molesta en absoluto. Me encanta sentirte cerca de mí.

A veces me vienen pensamientos a la cabeza que me dañan el corazón y me dicen "no seas feliz", lo cual es contradictorio, porque hasta mi cerebro quiere ser feliz. ¿No dicen siempre eso de que ignora la mente y haz caso al corazón?

No sé quién tiene razón ahora, porque ambos me dicen "sé feliz, pero con precaución, que te haces daño". Ya tengo las rodillas bien peladas de haberme caído demasiadas veces. Tengo los ojos secos de llorar tanto. Mis mejillas están agrietadas de las muecas de dolor.

Ahora quiero que se agrieten más por sonrisas continuas, incluso de las bobas frente al teléfono todas las noches. Quiero llorar de felicidad porque las emociones sean tan fuertes que me traspasen el pecho y me llenen los ojos irremediablemente.

Quizás estoy loca, o soy una ilusionada de la nube del caos, del humo de la felicidad, de la toxina del amor... Como quieran llamarlo, no me importa. Solo sé que cada día que pasa quiero más y más de ti.


 
 
 

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