Oído que escucha
- Sandra J.M
- 29 jun 2022
- 1 Min. de lectura
Myriam se planteaba muchas veces la fuerza que tienen las enfermedades mentales a su alrededor.
Agradecía cada día que ella tuviese una mente "sana". Así podía ayudar a las personas heridas de su entorno. Aunque a veces decaía en el proceso.
Era complicado mantenerte fuerte para los demás. Ser su contenedor de pensamientos, de dudas, de miedos, de agobios, de ansiedad constante.
Myriam debía soportar el dolor ajeno sin que llegase a provocarle a ella misma el dolor que estaba tratando de quitar de los hombros de los demás. Pero joder, que complicado era.
La mente es demasiado poderosa, es difícil ganarle a un pulso y conseguir que la otra persona sonría. Contagiar la felicidad. Es como una barrera protectora que se levanta en torno a la persona dañada. Impenetrable, irrompible.
Únicamente puedes prestar tu oído y escuchar atentamente, sin tocar, sin interferir en su cabeza. Myriam se moría de ganas de hablar, de preguntar, de cuestionar los pensamientos, de desmontar los miedos absurdos de los demás. Se veía tan sencillo, ¿por qué los demás no podían verlo? Sin embargo, debía morderse la lengua y dejarlo estar. Pues la enfermedad mental es una batalla interna que esa persona debe luchar en soledad, con la pequeña ayuda de personitas a su alrededor que les preste un hombro donde llorar (si hiciera falta) y un oído para escuchar.
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