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Desde la infancia

  • Foto del escritor: Sandra J.M
    Sandra J.M
  • 16 ago 2023
  • 2 Min. de lectura



Los amigos de la infancia parecen cosa de fantasía. Una relación demasiado peliculera para que sea real. Pero no fue una farsa para Mario y Claudia. Dos amigos del barrio que coincidieron en todos los niveles académicos desde el más tierno jardín infantil.


Mario y Claudia habían sido inseparables desde la infancia. Desde que se conocieron parecía que estaban destinados a estar juntos, aunque fuese solo una inocente y bonita amistad. Crecieron compartiendo risas, secretos y sueños. Pero como todas las cosas, su relación tocó techo al llegar a la adolescencia.


Claudia siempre había llevado en su corazón un amor silencioso por Mario, un sentimiento que había crecido junto a ellos desde que eran niños. Cada sonrisa, cada gesto de amabilidad de Mario alimentaba esa llama en su interior. Sin embargo, nunca había encontrado el coraje para confesarle sus sentimientos, temiendo arruinar la hermosa amistad que compartían. Demasiadas confidencias entre ambos, demasiadas noches desveladas hablando por teléfono o por el ordenador en chats interminables con cantidad de risas, complicidades y secretos, siendo el más grande el que la joven Claudia escondía de su amigo con tanto ahínco.


Cuando Claudia cumplió quince años, esperaba ansiosamente la celebración con Mario, emocionada por pasar ese día especial con su amigo de toda la vida. Pero para su sorpresa, Mario llegó al evento con una nueva novia, anunciando su relación ante todos. La presentación fue sorprendente para todos, pues nadie había escuchado ni visto a Mario antes con una chica, algunos creían que estaba enamorado de Claudia secretamente o que directamente no le interesaban las mujeres, pues durante sus primeros años de “hormonas locas”, no había mencionado nada sobre chicas.


El corazón de Claudia se rompió en mil pedazos al ver a Mario con otra persona. Se sintió traicionada, confundida y profundamente herida. Sin embargo, le sonrió a él y a su chica, y se distrajo con el resto de invitados para sobrellevar aquel trágico cumpleaños como buenamente pudo. Pero por dentro, su mundo se había desmoronado. 


Se sentía abandonada y sola, incapaz de comprender cómo todo podía cambiar tan drásticamente en un solo instante. Tras ese cumpleaños, en los siguientes no volvió a ver a Mario, supo de él por amigos y familiares, su noviazgo duró dos años y luego el joven abandonó la ciudad para cursar la universidad “lejos del lugar donde le rompieron el corazón”. Nunca hubo cartas, mensajes o abrazos de despedida para la que había sido la mejor amiga desde la infancia. 


La amistad que habían compartido desde críos solo sería un recuerdo doloroso o un tesoro en la memoria.


 
 
 

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